La celebración del Dieciocho suele incluir un consumo mayor de comida y alcohol, pero este último ataca a la visión produciendo la relajación muscular sin poder controlar los movimientos del ojo. Cuando una persona ha bebido un vaso de vino o cerveza, presenta problemas para percibir el rojo y las distancias.
La ingesta de alcohol excesiva incide de manera directa sobre nuestros sentidos, siendo la visión uno de los más afectados. Este consumo indiscriminado de bebidas alcohólicas influye en el sistema nervioso central, generando impulsividad, subestimación de los riesgos y una relajación muscular que afecta el control de los movimientos visuales. Asimismo, la visión se vuelve borrosa y existe una pérdida de equilibrio, lo que imposibilita hacer actividades que requieren precisión, como por ejemplo conducir un automóvil.
Dificultades visuales con el alcohol
Un individuo está bajo los efectos del alcohol si ha consumido un vaso de vino o cerveza, es decir, entre 0,2 y 0,4 gramos de alcohol por litro de sangre. Bajo este estado, se tiene dificultad en la percepción del color rojo, como por ejemplo las señaléticas de tránsito, los semáforos y las luces de freno. Asimismo, es más complejo acostumbrarse a los cambios de luz, como en las salidas de los túneles y autopistas.
Por otra parte, existen problemas para determinar con precisión la profundidad y las distancias, siendo un peligro para las curvas, adelantamientos o para preservar una distancia prudente entre los vehículos. Además, hay una reducción del ángulo visual, lo que influye en la pérdida de los estímulos de los costados, como los cruces. Por último, también hay inconvenientes en los tiempos de reacción.
Por estos motivos, queda demostrado que la visión es el sentido que más se asocia a la conducción, por lo que es aconsejable permanecer en un constante estado de alerta y prescindir del consumo de alcohol si es que se está al volante.