El rendimiento escolar de un menor puede afectarse por inconvenientes oftalmológicos. Los problemas más comunes de esta índole son la miopía y el astigmatismo, por lo que es importante llevar a cabo controles periódicos con el oftalmólogo.
Los expertos sostienen que lo ideal es que estos trastornos se corrijan antes de los 8 años de edad, para prevenir daños irreversibles en la visión de los menores. El estrabismo y las alergias oculares también son afecciones comunes en esta etapa.
La miopía se manifiesta cuando el niño tiene una mala visión lejana. Por ende, tiene dificultades para copiar las tareas en clase, se acerca demasiado a la pizarra, a los textos, a la pantalla del televisor o se distrae con facilidad.
Sobre el astigmatismo
Los menores que padecen astigmatismo tienen una visión mermada, tanto de lejos como de cerca. Se genera cuando la superficie de la córnea no es totalmente cóncava, sino que ovalada. Por lo general, esta enfermedad tiene causas hereditarias, aunque también suele manifestarse después de una intervención quirúrgica (como una cirugía de cataratas o un trasplante de córnea).
Habitualmente, el astigmatismo se vincula a la miopía o hipermetropía, por lo que exhibe manifestaciones comunes a estas dos patologías. Los síntomas que se presentan con más frecuencia son congestión y picazón en los ojos, dolores de cabeza y mareos.
Los problemas de enfoque en los niños puede corregirse a través del uso de anteojos, con la graduación indicada por el oftalmólogo. Para los más pequeños, hay gafas especiales con cristales sólidos y monturas de goma, con el objetivo de que el infante no se haga daño si es que sufre una caída.