La obesidad trae una serie de consecuencias, como la diabetes y la hipertensión. Además del desarrollo de estas enfermedades, las mismas pueden derivar en afecciones oculares, por lo que es de suma importancia los controles periódicos con un oftalmólogo y llevar una vida sana.
El gran dilema de la diabetes son sus inicios, ya que se considera como una enfermedad silenciosa: no presenta síntomas evidentes. Generalmente, se detecta cuando se va a consulta médica a través de un examen de sangre.
Entre los diversos problemas que puede acarrear esta patología, son las dificultades visuales, incluso llegando a la ceguera en casos extremos. Otra de las consecuencias de la obesidad y la diabetes es la hipertensión arterial, la que también puede afectar la visión.
La hipertensión en la vista
La retinopatía hipertensiva puede desarrollarse a la par con la hipertensión arterial, o presión arterial alta. La presión se considera elevada cuando la sistólica es de 140 o mayor y/o cuando la diastólica es de 90 o mayor. Por ejemplo, un índice de 130/90 correspondería a una pre-hipertensión.
Esta condición afecta a la retina porque cuenta con muchos vasos sanguíneos minúsculos que oxigenan al ojo. Entonces, la presión arterial alta genera trastornos en estos vasos, lo que provoca que las arterias se tornen más gruesas y se bloqueen.
De esta manera, esta situación podría traer problemas en la visión. Asimismo, si la presión se incrementa mucho, se puede producir una inflamación del nervió óptico denominada papiledema.
Una de las principales complicaciones de la retinopatía hipertensiva es la ausencia de síntomas, ya que solo es evidente cuando la enfermedad está en fases avanzadas e irreversibles. Aquí radica la importancia de realizarse controles oftalmológicos periódicos, con el fin de prevenir estas situaciones.