Es un sistema que consiste en la emisión de ciertos sonidos con la lengua, que permiten detectar objetos a nuestro alrededor sin necesidad de verlos. Como en Chile existen más de seiscientas mil personas con algún grado de discapacidad visual, en UV te explicamos de qué se trata la ecolocalización y cómo beneficia a quienes padecen problemas a la vista.
La ecolocación es un sentido que utilizan los murciélagos y cetáceos, pero una investigación realizada por un equipo de científicos de la Universidad de Alcalá de Henares, comprobó que el ser humano también puede desarrollar esta habilidad.
Se trata de un sonido que se emite con la lengua y que al ser tridimensional puede atravesar materiales opacos a la radiación visible, permitiendo medir la distancia de un objeto por el tiempo que transcurre entre la emisión de una onda acústica y la recepción del eco o la onda reflejada en ese objeto.
En el primer estudio sobre la ecolocalización, también denominada flash sonar, fueron analizadas las propiedades físicas de varios sonidos para elegir el más efectivo.
El “clic palatal” es un chasquido que se origina poniendo la punta de la lengua en el velo del paladar, justo detrás de los dientes, y realizando un movimiento rápido hacia atrás. Aunque el clic palatal es similar a los sonidos que emiten los delfines, la gran ventaja que tienen estos animales es que sus órganos están adaptados y pueden realizar 200 clics por segundo, mientras que nosotros sólo tres o cuatro, sin embargo, el desarrollo y práctica de este sentido podría ayudar a orientar a personas con falta de visión.
Existen personas no videntes que han aprendido la ecolocación de forma autodidacta, como el estadounidense Daniel Kish, el único ciego que ha conseguido el certificado de guía de otra con su misma discapacidad, y Ben Underwood, considerado como el mejor ecolocador del mundo hasta su fallecimiento en 2009.
En 2012 recibimos la visita del mexicano Juan Ruiz, quien tiene discapacidad visual y practica el flash sonar desde los 12 años. Juan puede detectar objetos y esquivarlos sin su bastón, además se dedica a capacitar a otras personas para que aprendan a desarrollar esta habilidad.
Por esta razón es que los científicos están trabajando un método con una serie de protocolos para aprender a emitir, recibir e interpretar los sonidos de la ecolocación.
En primer lugar es necesario saber ejecutar e identificar los propios sonidos, ya que son diferentes para cada persona. El siguiente paso es dominar los clics palatales y saber utilizarlos para distinguir los objetos según sus propiedades geométricas.
Para asegurarse de que los ecos de los chasquidos emitidos con la lengua se interpretan correctamente, los investigadores trabajan con la ayuda de un puntero láser, que señala la parte del objeto a donde se dirige el sonido.
Los científicos a cargo de esta investigación también se han dedicado a establecer los límites biológicos de la capacidad de ecolocalización en humanos y descubrieron que no sólo se puede detectar a una persona sin verla, sino que además es posible identificar algunos órganos internos como los huesos e incluso ciertos objetos dentro de un bolso.
Y aunque no es necesario contar con capacidades especiales para usar el flash sonar o ecolocación, sí se requiere una práctica constante para que personas con problemas visuales logren autonomía.