Mucha gente desconoce que nadar o bañarse con lentes de contacto puede conducir a una infección grave y a pérdida de la vista. El caso de una mujer que perdió la visión en un ojo tras haberse contagiado al nadar con lentes de contacto en la piscina de un hotel, pone de manifiesto los riesgos de este trastorno.
Lentes de contacto y agua
Jennie Hurst, una joven inglesa de 28 años, contrajo Queratitis por Acanthamoeba, una rara y dolorosa infección causada por una ameba que se encuentra en el agua de forma natural.
Esta enfermedad, que invade la córnea del ojo, causa sensibilidad extrema a la luz, la sensación de tener un objeto en el ojo, ojos llorosos, visión borrosa e inflamación del párpado.
La joven, que había estado utilizando lentes de contacto durante cinco años, fue a nadar al hotel donde se hospedaba durante un curso de entrenamiento laboral. Tras un par de días, en que se manifestó la infección, tuvo que ser confinada a un cuarto oscuro durante tres meses, fue sometida a cuatro operaciones e internada en un hospital para recibir un régimen de tratamiento que incluía la administración de gotas en los ojos cada media hora.
Jenny ha perdido la visión en el ojo izquierdo y el daño que sufrió su córnea es permanente. Actualmente está llevando a cabo una campaña para advertir sobre los peligros de nadar o bañarse usando lentes de contacto.
Falta de información
La infección no es nueva y, aunque puede tener otras causas, desde los años 80 se la ha asociado con frecuencia al uso de estos lentes, porque la ameba es capaz de sobrevivir en el espacio entre el lente y el ojo.
Por eso los expertos advierten sobre la necesidad de desinfectarlos con frecuencia y de retirarlos cuando el usuario nada o se baña.
Si una persona que usa lentes de contacto desarrolla una irritación en el ojo y sensibilidad a la luz y esto no se soluciona después de unas horas, es prioritario que vean a un médico u óptico. Si el trastorno dura más de 24 horas es necesario consultar a un especialista oftalmólogo.