El glaucoma se define como una enfermedad del ojo que se define como una neuropatía óptica progresiva o una enfermedad del nervio óptico. Uno de los principales factores que pueden inducir a un glaucoma es una presión intraocular alta, aunque no hay ningún límite de presión ocular por encima del cual se desarrolle el glaucoma; mientras que una persona con una presión relativamente baja puede tener daños en el nervio óptico, otra con una presión ocular alta durante años puede no llegar a tener deterioro visual en toda su vida.
Un glaucoma sin tratar conduce a un daño irreversible del nervio óptico, con destrucción del mismo y con la consecuente pérdida del campo de visión, y puede convertirse en una ceguera parcial o total.
Tratamiento del glaucoma
No existe cura para el glaucoma, pero sí se dispone de tratamientos para el glaucoma, los que se dividen en dos categorías: medicación y cirugía. Ambos tratamientos del glaucoma apuntan a disminuir la presión intraocular.
Los medicamentos y las gotas oculares son remedios frecuentes, aunque pueden tener efectos secundarios y perder eficacia con el transcurso del tiempo. Si la presión intraocular no se puede tratar solamente con medicación o gotas oculares, es recomendable la cirugía, según el tipo de glaucoma. El objetivo quirúrgico es drenar el líquido intraocular, llamado humor acuoso, expandiendo el área de drenaje existente o crear una nueva salida para los líquidos.
La cirugía para el glaucoma suele no generar dolor, si bien es posible que algunos pacientes experimenten una ligera sensación de ardor después del procedimiento. Se utiliza anestesia local para disminuir el grado de molestias del paciente. Después de los tratamientos quirúrgicos para el glaucoma, es posible que los pacientes experimenten visión borrosa o irritación. Sin embargo, estos efectos suelen ser breves, y las actividades habituales, como trabajar o hacer trámites, se pueden retomar al día siguiente.