En las etapas iniciales, los síntomas son similares a los de cualquier defecto de refracción ordinario. A medida que la enfermedad progresa, la visión se deteriora, principalmente para ver de lejos. En algunos individuos, la visión en uno de los ojos es marcadamente peor que en el otro, y hay quienes desarrollan hipersensibilidad a la luz (fotofobia). Usualmente, es una patología indolora, aunque cuando avanza puede aparecer sensación de arenilla o cuerpo extraño, por la mala lubricación corneal.
Esta enfermedad muestra sus primeros síntomas en edades tempranas, para progresar posteriormente de forma lenta hasta alcanzar su fase final, en algunos casos el desarrollo del queratocono queda en fase estacionaria, no produciéndose avance alguno. Generalmente, la enfermedad se detecta en pacientes adolescentes y jóvenes, de cerca de 20 años, quienes acuden al oftalmólogo por problemas progresivos en su visión.
A veces también presenta sus primeros síntomas en edades más tardías y en este caso la enfermedad no avanza tanto, la agudeza visual es mejor y el astigmatismo disminuye. Si bien no se conoce la causa exacta que lo provoca, concurren factores hereditarios (a veces hay varios familiares enfermos), genéticos (por ejemplo asociado al Síndrome de Down) y alérgicos (por el constante frotar de los ojos), entre otros. Frotar los ojos no causa la enfermedad, pero sí acelera su desarrollo.
Por lo general las personas que con astigmatismo o miopía no ven bien con lentes y deben cambiar la graduación de estos constantemente, pueden padecer queratocono. Al menos una de cada 2.000 personas a nivel mundial padece esta patología.
El queratocono no se cura, pero existen estrategias de prevención para demorar su avance y mejorar la visión. Un ejemplo de ello es un tratamiento específico que fortalece la córnea, el cual está vigente desde hace 20 años.
En las primeras etapas de la enfermedad, cuando el queratocono se presenta con miopía o astigmatismo no muy elevado, el oftalmólogo recomendará anteojos para corregir el defecto visual. Las lentes de contacto son también de gran ayuda. En última instancia, se encuentra el trasplante de córnea, reservado para aquellos casos más severos. Es por eso que se recomienda asistir a lo menos una vez al año al oftalmólogo. A modo de prevención.