La emetropía es la condición ideal en la que el ojo, sin necesidad de lentes, logra ver de manera nítida tanto objetos lejanos como cercanos.
Así, el ojo envía al cerebro, a través del nervio óptico, una imagen nítida para una visión correcta. La raíz de la palabra emetropía surge del griego, que significa “vista proporcionada”.
La emetropización es el proceso donde el desarrollo de los distintos elementos que componen al ojo se ajustan para llegar a la emetropía. La visión que proporciona el ojo pasa por cambios en el desarrollo de la persona, aunque al nacer este tenga un estado relativamente maduro.
De esta manera, el proceso de emetropización se reconoce como distintas y grandes modificaciones que generan cambios en la refracción del ojo, donde el cristalino tiene un rol bastante relevante. Asimismo, el inicio de los estímulos que generan este mecanismo emetropizante se encontraría en la retina.
La imagen borrosa formada en la retina debido al gran poder dióptrico del ojo provoca este mecanismo, que es el responsable de hacer los ajustes necesarios para que se produzca la curva de la refracción que hace posible una visión totalmente correcta.
El inicio de la edad preescolar es caracterizada por ser la fase de desarrollo donde existe menor incidencia de ametropia (cualquier defecto visual que genere una imagen inapropiada sobre la retina), ya que estos mecanismos negativos empiezan a operar, en su mayoría, en la adultez.
De esta manera, se entiende a la ametropia como lo contrario a la emetropia, consistiendo en todo trastorno de la refracción del ojo debido a una formación imperfecta de la imagen sobre la retina. Por ejemplo, la miopía, hipermetropía y astigmatismo son el resultado de esta anomalía.