Los niños pueden tener todas la patologías oculares típicas del adulto, además de otras dos típicamente infantiles y relacionadas entre sí: el estrabismo y la ambliopía (“ojo desviado”).
En ambos casos, el diagnóstico y tratamiento precoz, antes de que el ojo complete su evolución, evitarán que el problema ocular persista en la edad adulta. Y en el caso de la ambliopía, permitirán salvar la visión del “ojo desviado”, algo que no es posible pasada la primera infancia.
¿Qué es el estrabismo?
Es la pérdida del paralelismo de los ojos, de manera que cada ojo mira en una dirección, provocando una evidente desviación ocular. En algunos casos, la desviación es intermitente, siendo más frecuente y evidente en estados de cansancio o debilidad.
El estrabismo puede aparecer antes de los 6 meses de vida (estrabismo congénito), durante el resto de la infancia o, en algunos casos, en edad adulta, por un mal control en el movimiento de los músculos oculares por parte del cerebro o por un defecto refractivo.
¿Qué es el ojo desviado?
La consecuencia más grave del estrabismo es la ambliopía u “ojo desviado”. Al estar los ojos desviados y apuntar cada uno en una dirección, el cerebro del niño, que presenta una gran capacidad de adaptación, suprime la visión de uno de ellos para evitar esa situación anómala y no ver doble. De esta manera, se va utilizando menos uno de los ojos, que es el que se vuelve “vago” o amblíope.
El tratamiento del “ojo desviado” es más fácil cuanto más pequeño es el paciente. El motivo es que la ambliopía se produce porque el cerebro visual “no aprende a ver“, y únicamente podemos “enseñar a ver“ al cerebro durante la infancia.
La importancia de la revisión ocular en la infancia
Un diagnóstico tardío es la primera causa de no curación de las enfermedades oculares surgidas en la infancia. Por el contrario, casi todas las patologías que se diagnostican precozmente pueden curarse. Por tanto, las revisiones oculares en edad infantil son cruciales y no siempre se les otorga la importancia que merecen.
Además, es aconsejable llevar a los niños anualmente al oftalmólogo hasta los 8 o 10 años, cuando el sistema visual ya está desarrollado.