La sensibilidad a la luz, llamada también fotofobia, es una sensibilidad o intolerancia a la luz. La sensibilidad a la luz puede ocurrir con luz solar, luz fluorescente o luz incandescente. Algunas veces personas sensibles a la luz sólo les molesta la luz brillante.
Usualmente la fotofobia es un síntoma de otro problema subyacente, tal como la abrasión corneal, «uveitis» (inflamación de la parte interna del ojo) o un desorden nervioso central tal como la meningitis. La sensibilidad a la luz puede acompañar también desprendimiento de retina, irritaciones de las lentes de contacto, bronceado y cirugía refractiva. Personas con colores de ojos claros, con cataratas y aquellos que sufren de migrañas y dolor de cabeza padecen más sensibilidad a la luz y deslumbramientos.
Se puede experimentar fotofobia si se diagnostica con una de las siguientes condiciones: albinismo, deficiencia total del color (viendo solamente sombras de gris), botulismo, rabia, envenenamiento por mercurio, conjuntivitis, keratitis o iritis. Algunos medicamentos pueden producir sensibilidad a la luz como efectos secundarios, incluyendo la belladona, furosemida, quinina, tetraciclina y doxiciclina.