Una buena salud visual se relaciona estrechamente con una dieta saludable. Por ende, la ausencia de algunos alimentos puede incrementar el riesgo de sufrir algunas enfermedades oculares.
Actualmente, hay pruebas científicas de que la prevención de patologías como la degeneración macular, el glaucoma o las cataratas se asocian a las dietas efectivas. Por ejemplo, la primera consiste en una enfermedad donde se mezclan factores nutricionales y genéticos.
Los carotenoides zeaxantina y luteína son componentes del pigmento macular, cumpliendo un rol de filtro para la luz, así como una acción antioxidante. Por ende, su carencia en la dieta implica una ausencia de este agente protector de la visión. Otros nutrientes asociados al efecto antioxidante son el selenio, zinc, vitamina C y E.
Por su parte, las cataratas corresponden a una patología donde el cristalino sufre una opacidad. Su desarrollo es un severo inconveniente en las personas mayores, con una aparición aproximada de 25% en los individuos mayores de 65 años y un 50% en los mayores de 80 años. Esta es una de las causas más comunes de ceguera irreversible.
En este sentido, está comprobado que el déficit de productos ricos en vitamina C se vinculan con una mayor incidencia de cataratas. Este nutriente se encuentra fundamentalmente en cítricos, perejil, tomate, pimientos, kiwi, fresas, entre varios.
Por último, tenemos al glaucoma. Esta afección ocular es una neuropatía óptica relacionada a cambios en el campo visual como un mayor riesgo en el aumento de la presión intraocular. Las personas con dietas con un gran contenido en ácidos grasos omega 3, como los esquimales, presenten una tasa bastante baja de glaucoma de ángulo abierto, en comparación a otros individuos.
En general, los antioxidantes podemos incorporarlos en el consumo diario de verduras, frutas, y hortalizas frescas, sobre todo las pasas y ciruelas. Distintas especies como el romero, orégano y canela también cuentan con este efecto, por lo que son elementos imprescindibles en la dieta.