Nuestros ojos pueden sufrir los cambios que implica el avance de la edad. Ante esto, es de suma importancia el cuidado de los mismos y acudir al oftalmólogo periódicamente, a modo de prevenir las consecuencias de ciertas afecciones visuales.
En principio, debemos considerar que la visión se da cuando la luz pasa mediante la superficie transparente del ojo, denominada córnea. Así, se enfoca por el cristalino sobre la retina, lugar donde estimula a las células llamadas bastones y conos. La función de estas es transformarla en impulsos eléctricos que son transportados por las fibras nerviosas hacia el nervio óptico y después al cerebro. Cuando este último la recibe, lo decodifica, pudiendo tener el sentido de la visión.
Como se puede advertir, es un proceso complejo, donde también forman parte otras estructuras relevantes. Entre estas, tenemos la pupila, que consiste en una abertura hacia el interior del ojo, que puede hacerse más pequeña o más grande para controlar la cantidad de luz que ingresa al globo ocular. A la misma vez, la parte coloreada, denominada iris, es un músculo que regula el tamaño de la pupila.
Sin embargo, todas las estructuras visuales cambian por un inevitable envejecimiento. En este sentido, la córnea pierde una cantidad considerable de su sensibilidad, la pupila reduce su tamaño y puede ser más lenta para modificar el tamaño como respuesta a la oscuridad o a una luz brillante. Asimismo, el cristalino pierde flexibilidad, se vuelve opaco y amarillento. Las almohadillas de grasa que soportan al globo ocular disminuyen, hundiendo a este órgano en su órbita. Por último, los músculos visuales carecen de la capacidad de rotar de manera completa al ojo.
Por ende, los especialistas recomiendan que las personas mayores de 40 años se sometan a un examen visual de rutina a lo menos una vez al año, ya que diversos problemas severos pueden tratarse si se diagnostican en etapas precoces. Además, algunos cambios visuales pueden empezar a los 30 años.