Su principal manifestación es el lagrimeo, que se asocia con la aparición de secreción mucosa o purulenta.
En estos casos se debe esperar aproximadamente hasta los cinco meses, ya que hay posibilidad de que el canal lacrimonasal se abra espontáneamente; durante este período el tratamiento está basado en la aplicación de colirios antibióticos, en caso de necesidad. Pasado ese período de tiempo, si el lagrimeo persiste, se procede a sondar el canal lagrimal.