Los rayos ultravioleta (UV) son parte de la luz solar, son invisibles para el ojo humano. Hay algunas especies de animales que pueden ver los rayos ultravioleta. Hay diferentes categorías de UV dependiendo el grado de intensidad: UV tipo A, UV tipo B y UV tipo C.
En nuestro medio ambiente encontramos los tipo A y B provenientes del sol y la reflexión de la luz en superficies tales como agua, nieve, arena, vidrios, etc. Por la posición de nuestro país en el planeta, tenemos una mayor concentración de UV que los países muy al norte o muy al sur. Los más peligrosos son los UV tipo C, pero son bloqueados por la capa de ozono de la atmósfera.
Otras fuentes importantes de radiación UV son los aparatos de soldadura eléctrica, también las lámparas fluorescentes y las pantallas de televisión emiten pequeñas cantidades de UV de muy baja intensidad.
La exposición de nuestro cuerpo a altas concentraciones de radiación UV puede producir efectos dañinos en los diferentes tejidos expuestos. En nuestros ojos pueden producirse lesiones en la córnea (la parte frontal del ojo), en la conjuntiva (se producen las pterigiones “carnosidades”), en el cristalino (se opacífica y se forma catarata) y en la retina (lesiones de la mácula). Todo depende de la intensidad de la radiación y del tiempo de exposición.
La piel es también afectada por los rayos ultravioleta. El exponerse al sol produce el “bronceado” de la piel ya que se estimula la producción de pigmento (melanina). La sobreexposición al sol puede llevar a sequedad y arrugamiento de la piel y aún a la aparición de tumores de la piel.